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Es fotoperiodismo.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Aquí está mi nuca

Aún no había cumplido los nueve. Viajamos a Bilbao, mi hermana y yo teníamos que conocer el lugar donde habíamos nacido y donde mi padre se había criado. Las vacaciones ya estaban planeadas. Nos esperaba la lúgubre casa de mi abuela, en Leioa, sus abrazos enérgicos y su famoso mojo de bacalao coronado por la tortilla de patatas. Acabábamos de llegar, era un trece de julio del noventa y siete. Comimos y mis abuelos me zarandearon los mofletes. Toda una moza, decían. Bajé a la replaceta, mi madre me miraba desde el balcón. Descubrí a las afueras de un bar, el coche fantástico de Mike. Me monté mientras silbaba la musiquilla. Subí de nuevo a casa. Sólo pensaba en mi coche fantástico y en ir a Deusto para conocer el hospital donde nací. Me habían enseñado que nací “en Deusto, donde hay una de las mejores universidades de España”. Deusto no era cualquier cosa para mí. Pero se oían muchas voces. Golpes. Canciones que no entendía. Ahí, en mi replaceta, junto a mi coche fantástico, había una Herriko Tabernak. El dolor por Miguel Ángel se palpaba por cualquier rincón. Decenas de pancartas llenaron mi replaceta, veía manos pintadas de blanco, igual que yo me las había pintado días antes. Aunque tenía unos grandes mofletes, pude colocarlos entre los barrotes del balcón. Mi padre estaba enfadado con los hombres de la taberna, mi hermana me explicaba qué era todo ese alboroto, mi madre tiraba de mí hacia ella. Apareció la Ertzaintza y me di cuenta de que un “¡Gora ETA!” pintado en un muro acechaba a mi coche fantástico. Los ertzainas llevaban pasamontañas. Procuraban que los manifestantes no lincharan a los hombres del bar. Les protegían, era su deber. Pero no se quitaban el pasamontañas, esos hombres del bar no podían ver su identidad. Los barrotes se me quedaban pequeños, estiraba el cuello como una tortuga. Aunque cerraba los ojos ante cualquier insulto vociferado. Todos estábamos asomados en el balcón, pero todos teníamos miedo.

Hoy no hay foto. Sólo un espacio blanco. Blanco.

4 comentarios:

Desayuno con titulares dijo...

Esta crónica creo que es de las mejores que te he leído (por no decir, la mejor). No ha hecho falta que hayas puesto una fotografía, tus palabras han servido para mostrarnos todo lo que deseabas que viéramos... Es curioso cómo los ojos de un niño pueden concebir una realidad tan cruda.

Una cosa, al principio, cuando he leído eso que decían de tu hermana (una mujerzuela) no he podido evitar reírme por el tono que tiene esa palabra en algunas situaciones... Lo siento, pero me ha resultado gracioso.

Un besito, guapa =)

Havoc dijo...

Me ha encantado... precioso! En serio, he empezado a leer y lo he terminado del tirón. Es curioso cómo un texto tan bueno narra algo tan triste. Yo también me acuerdo de aquellos días, y eso que éramos pequeños... pero recuerdo momentos concretos de todo el caso de Miguel Ángel.

Un saludo y enhorabuena!

Anónimo dijo...

Muy bonito. Y muy duro. Necesitamos recuperar aquel espíritu de Ermua. Unidos contra el terror.

DarkSapiens dijo...

Wow, impresionante entrada, Noemí. Cuando la he abierto me ha sorprendido que no hubiera foto, pero al leerla he comprendido perfectamente por qué.

Me ha encantado, es muy buena. Y no sabía que naciste allí…

Un abrazo!