Arranca tu mirada habitual y acómodate el nuevo zoom de manera que puedas ver y no mirar. Escarba en la barahúnda social y recoge su inmortalidad para concienciar a los espectadores pasivos.
Es fotoperiodismo.

martes, 20 de enero de 2009

Cinco lobitos tiene la loba


Cuando eres pequeño, todo es mucho más grande de lo que en realidad es. Y para mí aquel tiburón daba más miedo que uno de verdad. Era rojo sobre un fondo azul.
Por aquella época todavía me chupaba el dedo mientras retorcía mi oreja. Todo con la mano derecha. Estaba recién acostada y me puse a llorar. Mamá vino corriendo, alertada por mi hermana que era la que siempre ahuyentaba mis pucheros. “¿Qué pasa, qué ocurre?” A lo mejor me había tragado el dedo. Pero no. “No sé coser el tiburón del colegio. Es para mañana y todo el mundo sabe dar las puntadas menos yo”. Mi madre tenía el poder curativo de cogerme con tanta compasión y cariño que incluso el tiburón parecía una estúpida sardina. Además, que me cantara "cinco lobitos tiene la loba" ayudaba mucho.
Al día siguiente las puntadas salían solas, era mucho más fácil de lo que yo había creído. Ahora, el tiburón cada día es más grande. Pero mi madre me dice que cada día que pasa, doy una puntada más al tiburón.

lunes, 29 de diciembre de 2008

La barriga más bonita del mundo


La barriga no era artificial. Tampoco había comido mucho. Por detrás no se apreciaba, sólo veía una espalda demasiado curvada. Se apretaba la cintura con ambas manos, y sonreía. No paraba de sonreír. Quería asomarme al balcón de su hombro izquierdo, necesitaba averiguar qué era aquella panzota rimbombante de felicidad asegurada. Apenas intenté colarme en el hueco entre su codo y su cintura, se llevaron aquella barriga postiza. Habían pasado los trece días. ¿Papá?

domingo, 14 de diciembre de 2008

Educar no es sólo educar


Nos pasamos la vida entera aprendiendo. Somos todo aquello que nos enseñan, todo aquello que leemos, vemos, escuchamos, y todo aquello que nos demuestran.
Sin embargo, educar no es imponer un pensamiento, ni utilizar la mente como un papel en el que te plasman el conocimiento. Educar necesita del verbo aprender. Educar no es propio de una materia exclusiva como Educación para la Ciudadanía o Filosofía. Educar es transversal, debe estar en todas partes. Educar es socrático, platónico, es sacar a la luz al que está en una caverna oscura, es parir el conocimiento. Educar es ayudar a que una persona haga algo por sus propios medios, educar no es hacer algo por alguien una y otra vez. No es adoctrinar, es alimentar la razón.
Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las maravillas, Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana (Eduado Galeano, "Patas arriba. La escuela del mundo al revés").

jueves, 11 de diciembre de 2008

Aquí está mi nuca

Aún no había cumplido los nueve. Viajamos a Bilbao, mi hermana y yo teníamos que conocer el lugar donde habíamos nacido y donde mi padre se había criado. Las vacaciones ya estaban planeadas. Nos esperaba la lúgubre casa de mi abuela, en Leioa, sus abrazos enérgicos y su famoso mojo de bacalao coronado por la tortilla de patatas. Acabábamos de llegar, era un trece de julio del noventa y siete. Comimos y mis abuelos me zarandearon los mofletes. Toda una moza, decían. Bajé a la replaceta, mi madre me miraba desde el balcón. Descubrí a las afueras de un bar, el coche fantástico de Mike. Me monté mientras silbaba la musiquilla. Subí de nuevo a casa. Sólo pensaba en mi coche fantástico y en ir a Deusto para conocer el hospital donde nací. Me habían enseñado que nací “en Deusto, donde hay una de las mejores universidades de España”. Deusto no era cualquier cosa para mí. Pero se oían muchas voces. Golpes. Canciones que no entendía. Ahí, en mi replaceta, junto a mi coche fantástico, había una Herriko Tabernak. El dolor por Miguel Ángel se palpaba por cualquier rincón. Decenas de pancartas llenaron mi replaceta, veía manos pintadas de blanco, igual que yo me las había pintado días antes. Aunque tenía unos grandes mofletes, pude colocarlos entre los barrotes del balcón. Mi padre estaba enfadado con los hombres de la taberna, mi hermana me explicaba qué era todo ese alboroto, mi madre tiraba de mí hacia ella. Apareció la Ertzaintza y me di cuenta de que un “¡Gora ETA!” pintado en un muro acechaba a mi coche fantástico. Los ertzainas llevaban pasamontañas. Procuraban que los manifestantes no lincharan a los hombres del bar. Les protegían, era su deber. Pero no se quitaban el pasamontañas, esos hombres del bar no podían ver su identidad. Los barrotes se me quedaban pequeños, estiraba el cuello como una tortuga. Aunque cerraba los ojos ante cualquier insulto vociferado. Todos estábamos asomados en el balcón, pero todos teníamos miedo.

Hoy no hay foto. Sólo un espacio blanco. Blanco.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Santo de mi devoción

Adelana rezaba y los pétalos caían de los balcones. Y los balcones estaban decorados con banderas españolas respaldadas por el sentimiento fervoroso de un tumulto en procesión. Nunca he entendido la devoción, y hoy era lo único que se respiraba en las calles del centro de Elche. La gente me sonreía. "Qué bonita es nuestra Virgen", "¡Viva la Mare de Dèu!". Y yo fotografiando esas lágrimas de emoción, esas manitas de niños saludando a los costaleros, los pétalos cayendo para rociar de color a la Virgen, y Adelana, la monja, rezando y sonriendo cada dos pasos. Sin darme cuenta, intentaba captar cada cara que reflejara sentimiento. Veía tantas sonrisas, tantas consignas, tantas velas, la banda tocando con pasión, las ricachonas con sus abrigos de visón, los labios apretados aguantando las lágrimas y cientos de ojos repletos de júbilo y brillo. Estuve tan cerca de la devoción que me paré a contemplar el paso de la Virgen. Un segundo, dos, tres, cuatro. Mis ojos no brillaban. Cinco, seis, siete, ocho. No sentía el deseo de rezar. Nueve, diez, once, doce. Estaba fotografiando caritas de niños.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Otro zoom social




Los niños tienen derecho a ser sólo niños. Serrat nos hablaba de ellos como “esos locos bajitos”. Tienen derecho a ser felices y aprender. Y a recibir cariño y que alguien les quiera como nadie les querrá jamás. Tienen derecho a vivir en el mundo de Peter Pan y no en el del capitán Garfío. Tienen derecho a sus derechos.





Después de un año y medio siendo su “teacher”, aquí os dejo las frases que más me han hecho reír. Os presento el “zoom social” de los niños.



Dani: Seño, tú eres gafe, como mi hermano
Teacher: ¡¡¡¿¿¿Por qué???!!!
Dani: Pues porque llevas gafas, te han gafado

Teacher: Callaos, pequeños habladores
Nadia: Yo no soy habladora, pero sí soy pequeña
Teacher: ¿Sí? ¿Cómo de pequeña?
Nadia: Pues de que tengo un 30 de pie

Alejandro: Seño, hoy me he comido un macarrón sin masticarlo, ¿me pasará algo?
Teacher: Mmmm… No creo…

Teacher: ¡Chicos! ¿Alguien sabe quién es el nuevo presidente de los Estados Unidos?
Todos: ¡Sí! ¡Sí!
Teacher: ¿Cómo se llama?
Todos: Ufff…
Dani: Seño, te diré que no sé cómo se llama, pero es más, te diré que es negro

Teacher: Brrrr ¡Qué frío hace!
Xavier: Sí, sobre todo en Granada
Teacher: ¿Y eso cómo lo sabes?
Xavier: Porque mi padre el día de la navidad se irá allí a recoger olivos, conozco mucho Granada
Teacher: Ja, ja. ¿Ah si? ¿Qué más conoces de allí?
Xavier: Pueees… Conozco la casa que se compró mi tía y la casa de mis abuelos

Dani: Seño, ¿tú sabes cuál es la diferencia entre un portátil y un ordenador?
Teacher: Son lo mismo, cariño
Dani: Dios, seño, me parece increíble que no sepas eso…
Teacher: Pero, Dani, te digo que son lo mismo porque el portátil también es un ordenador, en lo que se diferencian… (interrupción)
Dani: Pero eso se sabe, ¡el portátil se puede ir de vacaciones y el ordenador no!

Nico: ¿Cómo se dice cocido madrileño in English?
Teacher: Eso no se puede traducir, es algo español
Nico: Eso es que no lo sabes

Una mamá: ¡Corre! Entra tú solo que se me lleva el coche la grúa
Joel: Seño, me entro contigo que a mi madre le roban el coche

Teacher: I’m
angry
Dani: Yo también seño…
Teacher: ¿Tú también estás enfadado?
Dani: Ah, no, yo quiero jamón, que estoy hungry



domingo, 30 de noviembre de 2008

Mi cinema paradiso


Hagas lo que hagas, ámalo. Y miles de besos de películas. Es lo único que acudió a mi mente al entrar en un pequeño Cinema Paradiso. No estaba en Italia, pero sonaba Ennio Morricone. Hace tiempo que estos cines ardieron con la llegada de los multicines. Apenas quedan Alfredos que se apasionen con las grandes películas en pequeñas salas. Ni Totós con el corazón compungido con un vals de los besos más prohibidos y olvidados. Pero todavía hay pequeños callejones donde ver una taquilla al aire libre, y un hombrecillo que a poco precio te da unas entradas acartonadas, pequeñas y de colores. Como antes. Casi una colección con las que poder hacer fotogramas de un pasado entrañable, una película compuesta de películas propias de los cinemas paradisos más recónditos. Ahora el cine es sólo un sueño, como dijo Alfredo.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Supercalifragilísticoespialidoso


Mamá es el supercalifragilísticoespialidoso más antiguo que se conoce. Con ese poco de azúcar, tenemos la píldora. Mamá es la Mary Poppins con un bolso sin fondo donde guarda un sinfín de paciencia. Mamá, y las camas están hechas. Mamá, y los platos aparecen y desaparecen. Es el final alternativo de Aladdín, un genio nunca liberado a pesar de acudir incondicionalmente a cada frote de lámpara. Mamá, además, nunca deja de ser mamá, lo es las veinticuatro horas. Para ella no hay días, ni semanas sino que el tiempo se mide por la cantidad de paciencia del bolso sin fondo. Pero mamá tiene su pequeño secreto. Consigue hacer las camas, limpiar el polvo, hacer la comida, limpiar los rodapiés, barrer, fregar los platos, lavar la ropa, recoger a los niños del colegio gracias a la magia y a su paraguas volador. ¿Cómo si no haría todo eso?

domingo, 23 de noviembre de 2008

Ocho millones sin rostro


Treinta y cinco minutos estuve para hacerle la foto. No parecía importarle, pero yo quería que saliera él solo. Y no paraba de pasar gente. Sólo salteaban su pierna estirada entre un tejemaneje de bolsas pesadas. Él recostaba su cabeza alternándolo con ojeadas a la gorra a modo de colecta eclesiástica. La gente dejó de mirarle a él para mirarme a mí. A la salida del supermercado resultaba chocante este encuentro entre una fisgona y un pobre desgraciado. Apoyada en un coche pensaba en qué pensaría él, y cómo habría acabado recostado en la puerta de Consum con los calcetines sucios y una mueca de indiferencia. Entonces pensé que quizá eso no era lo importante, sino que él pertenecía a esos ocho millones. Sin él serían siete millones novecientas noventa y nueve mil novecientas noventa y nueve personas formando el Cuarto Mundo en España. Reparé con pena en que llevaba treinta y cinco minutos para hacerle la foto, porque no paraba de pasar gente. Pero nadie pasaba sin pararse. Eran las dos menos veinte y ya olía de nuevo a pan recién hecho, la gente se apresuraba para hacer la comida. Otra vez ese aroma. Él miró hacia el interior y olisqueó un poco. Se durmió. Y yo aproveché para inmortalizar ese momento, porque en el fondo sabía que cerraba los ojos para poder concentrarse y disfrutar mejor del olor, era su pan de cada día. Huele que alimenta.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Los chicos del bastón


Las partidas de dominó para los chicos del bastón es el mejor momento del día. Mariano, Vicente, Ramón y José son D’Artagnan y los tres mosqueteros, todo el día guerrilleando contra la soledad. El centro social del barrio Altabix está a doce golpecitos de bastón de su mejor pasatiempo, el trono donde descansan tras la dura jornada de lucha. Sus hijos e hijas, sus nietos y nietas están lejos, ocupados. Pero ellos, después de su carajillo de cognac barato, se arman de valor y se enfundan en el traje de guerra. Agarran la espada, para no tambalearse contra las bocanadas de aire del desánimo. Se mantienen, los unos a los otros, y si el equilibrio se hace imposible dan doce golpecitos de espada y descansan en el trono. Las palmeras paradisíacas les resguardan del miedo, todos juntos son invencibles. Se ríen y vitorean aliviados “¡todos para uno, y uno para todos!”

sábado, 15 de noviembre de 2008

El dios occidental


¿Por qué diría Nietzsche que Dios está muerto y su cadáver apesta? Ayer mismo lo vi postrado, con esa templanza que le caracteriza, en su templo. Además, estaba acompañado. Es muy retrógrado el monoteísmo. Dios se sentiría muy solo allá arriba escuchando únicamente nuestras plegarias —las de los niños sobre todo— sin nadie con quien comentar el día a día. Bastante tiene ya con compartir su casa con todos los que vamos allí a adorar su morada y su figura y todo lo que nos ofrece (muestras gratuitas inclusive). Y darle las gracias por estar aquí un año más de forma incondicional. Los niños son los que más lo agradecen. Cada año viene antes, porque sabe que cada año nuestra dependencia es mayor. El mundo empeora, está a punto de caducar y él nos da esa pizca de alegría, luces y esperanza. Sólo con él llega ese espíritu solidario tan necesario para convivir pacíficamente los unos con los otros. Es verdad que nunca nos abandona. Habita en nuestro interior, en nuestra forma de actuar y de pensar, en nuestra conciencia. Su espíritu se expande un año más. Demos gracias a Dios.

jueves, 13 de noviembre de 2008

El hueco de los ausentes


La silla de Antonia tiene las ruedas oxidadas y chirrían. La abandonó poco a poco, mientras esperaba el resultado de las pruebas. Por esa época, sus niveles de azúcar empeoraron, pero ella seguía sentada en su sillita mascando algún que otro caramelo a escondidas. En la fila de sillas de plástico esperaban el resto de ausentes. La chica de las ojeras inusuales no sabía por qué tenía esos pinchazos en el pecho, y el chico de su derecha aún no tenía fecha para su operación de la rodilla. Manuel llevaba cuatro meses esperando a que le operaran para volver a colocar su intestino donde correspondía. Le habían prometido que antes de verano estaría operado y así podría disfrutar del viaje con su familia. Pero pasó el verano y seguía allí sentado, esperando, dándole algún caramelo a la mujer regordeta de la silla de ruedas. En la fila de atrás se asomaban unas cabezas como tortugas avistando la costa. Eran los niños ausentes, que estaban ansiosos por saber algo de aquella cosa en el pecho de mamá. Y esperaban, y seguían esperando, a saber si era bueno o malo.


Pero Manuel, Antonia, la chica de las ojeras inusuales y todos los cuerpos que allí esperaban no eran funcionarios. Ni tampoco periodistas. Aunque la sanidad en España esté entre las mejores —es una de las más sociales— tiene muchas deficiencias que los políticos no tratan en sus programas electorales. No conviene. Los hospitales y ambulatorios (centros médicos públicos en general) no tienen la suficiente capacidad para absorber la superpoblación y atenderla adecuadamente. Así aumentan las listas de espera. ¿La solución? Ofrecemos a los funcionarios (de rango A, B, C y D) la posibilidad de elegir entre ser atendidos en un centro público o uno privado (MUFACE). La mayoría, por supuesto, elige el privado. En la Asociación de la Prensa de Madrid ocurre algo similar. Todos los asociados tienen derecho a una sanidad privada. El problema, tanto para el primer caso como para el segundo, reside en que esa sanidad privada es posible gracias a ciertas medidas: fondo público, reducciones en el pago a la Seguridad Social o convenios con ésta. Todo ese dinero del fondo público es el hueco que ocupan los ausentes.

domingo, 9 de noviembre de 2008

El tour de Dolores



Dolores recorre el camí del Trencaor todos los días para llegar a su casita de campo en La Baia. Tiene setenta y seis años, cuatro hijos, seis nietos y una bicicleta rosada como sus pómulos a la intemperie. Se la compró su José hace veinte años, pero hace tres la sorprendió al ver que le había cambiado las ruedas y el sillín. Todos sus hijos tienen coche, y los nietos tienen un móvil, un emepetrés, un ordenador, y algunos de ellos tienen incluso una tele en su cuarto.





A Dolores le gusta pasearse con su bici, ir con ella a recoger tomates y, por supuesto, la necesita para bajar al pueblo a comprar. Sus hijos están empecinados en comprarle un móvil para usarlo en caso de emergencia, pues recorre algunos paisajes casi desiertos. Sin embargo, ella rehúsa de lo que los periodistas llamamos las “nuevas tecnologías”. Ella prefiere encender su transmisor, escuchar las noticias del día o ver algún programa de cante en la tele de la salita.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

La inocencia del periodismo


Los niños se asombran ante casi todo, mi cámara también. Dibujan lo que ven, pero lo dibujan como ellos lo perciben. Las fotografías son pequeños trozos de espejo que encajan en la realidad social que yo percibo. No significa que sea la única realidad. Es la que mi ojo óptico pretende expresar. Tratar de palpar la inocencia que queda en el periodismo es mi intención. No hablo de inocencia como objetividad, ni tampoco de inocencia como asepsia. Hablo de la inocencia de un niño. Imagina un periodismo de apenas un metro treinta, con un estuche de colores y los pantalones zurcidos de tantas roturas. Es el oficio que hay que recuperar, el que se sorprende como un niño, el que refleja lo que observa para cultivar conciencias. Es el periodismo que cuestiona los axiomas de fe y los esquemas mentales que las personas han formado en su cabeza. Necesitamos un zoom social para agrandar los detalles importantes que vemos de reojo. Asombrándonos desmontamos la realidad a la que nos hemos acostumbrado. Como un niño antes de dejar de serlo.